BIENVENIDO A VENDETTA SEXUAL

Hola Amigos:

Me llamo Gabriel del Amo, tengo 30 años, y mi novia me acaba de dejar. ¿Por qué? Por cosas de mujeres, como siempre. Bueno, la cosa es que he salido de marcha a quemarla y a ligar, ¡sobre todo A LIGAR!

Estoy publicando en este blog todo lo que me acontece en esta velada de bebidas y bailes. Porque esta vez dejo en vuestras manos todas y cada una de mis próximas decisiones.

Sólo tú puedes ayudarme a no cometer los mismos errores y a triunfar como Dios manda en esta noche llena de gatas pardas. Si ellas me hacen sufrir de esta insoportable manera, yo no voy a ser menos. (¡Les aguarda una VENDETTA SEXUAL!)

7. De bares por el barrio (2).

-Joder tío, casi nos calientan la badana. Puta Dessy, siempre anda liándola.-Me dice con cara de loco y un boquerón en vinagre colgándole todavía del hombro.

-La chica no te ha dicho nada, solo os estaba saludando. Has sido tú el que ha empezado a insultarla.-Le contesto, algo serio, porque siempre que Jaume la monta la culpa la tienen otros.

-¡Tú lo que pasa es que como ya no tienes novia, hoy te vas a tirar a lo que sea, y me parece bien, pero no a la Dessy, de eso nada chaval, por encima de mi cadáver! -Como hay cosas que nunca cambian, resuelvo no enfadarme con Jaume, que en el fondo me ha hecho un favor (la Dessy es lo peor, y en mi estado lo que menos me conviene es echarme a la boca semejante caramelo).

Nos dirigimos a "Casa Antonio" (calle Maracuel, 16) o "el Toñaco", como lo llamamos nosotros por las mierdas que se coge el dueño al que el bar debe su nombre. El tío está siempre pedo, con un ducados encendido en los labios y su mandil blanco lleno de lamparones de cuando la guerra civil (el bar lleva en el barrio desde tiempos pretéritos). Trabajar en ese estado lamentable, por suerte para nosotros, siempre significa una cosa: si te lo montas bien, al final te cobra siempre de menos y te pones ciego a beber por cuatro perras, eso si no te vas de allí directamente sin pagar.


Como esta jauja no es ningún secreto, cuando llegamos al Toñaco está hasta la bandera (el sitio es tan grande que caben dos taburetes altos y la máquina tragaperras), así que nos pillamos unos tercios de cerveza y salimos fuera con el resto de personal. Hay mucha gente joven dándole al frasco antes de irse de parranda, apoyados en la pared, sentados en la acera, ocupando la calle estrecha en la que está situado el bar. De entre un nubarrón de marihuana, surge una voz femenina que reconoce a Bellpepe

-¡Eh Beltrán!, ¡Pepito!- Se oye de entre un grupo de gente que fuma entre dos coches.

- Ostia colega… esa voz…-Musita Bellpepe mirando sin ver en dirección a los coches aparcados (vamos ya un poco afectados y los sentidos fallan).

- Joder, ya sé quién es esa, me ha sonado la voz en cuanto la he oído. Qué fuerte, el mundo es un pañuelo lleno de mocos.-Dice también en voz baja Jaume sin ocultar una sonrisa maliciosa, agarrando a Bellpepe de una muñeca.

-Sí tío, es Irene, habrá que ir a saludarla. ¿Qué os parece si nos movemos para allá con ellos? Hay más tías y seguro que nos invitan a unas caladas de algo rico.

Como no tenemos nada mejor que hacer y yo me muero por saber quién es la tal Irene (seguro que sale de una historia que les ha ocurrido durante mi cautiverio), soy el primero que acepto ir hacia allá. Resulta que la chica en cuestión es una de las últimas conquistas de Bellpepe, que no es nada manco en esto de las artes amatorias. Al parecer, según me cuenta en dos frases al oído Jaume mientras nos aproximamos a ellos, la chica quería algo más, pero mi estimado amigo no. La tomó como flor de un día y así se lo planteó pero, como la chica era muy mona y bastante soportable, siguieron quedando más veces, hasta que Bellpepe, un poco a la francesa (ya estaba en tratos con otra chavala) se fue retirando misteriosamente de la escena. Desde entonces no se han vuelto a ver, y nada más llegar, tras un sentido abrazo y dos besos muy sonoros, se retiran a una esquinita a charlar. Mientras tanto, Jaume y yo apuramos nuestros tercios y trincamos de las litronas que nos ofrecen estos amables desconocidos (desconocidos para mí, que no conozco ni a mi sombra, porque Jaume ya los tiene calados de alguna que otra vez en el Toñaco.


Para romper el hielo y que se rían un rato, les contamos entre carcajadas la movida con el Monstruo de la Raspiña. Bebemos y fumamos canutos a placer. En la acera de enfrente, apoyados contra una señal de prohibido el paso, Irene y Bellpepe, entre sonrisas etílicas, hablan cada vez más cerca mientras éste la acaricia por debajo de la falda, aparentando que nadie los ve.

¡No penséis que mi tristeza me ha abandonado! ¡Porque no es así! En el fondo sigo igual de jodido, pero es imposible que no me alegre de volver a mi antigua vida de la mano de mis dos mejores amigos.

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