(Eduard A. Jil, "Я очень рад, ведь я, наконец, возвращаюсь домой".)
El contenido de las copas vuelve a bajar, incluida la mía, que lo hace vertiginosamente. Sin saber muy bien lo que hago, me estoy sirviendo otra. Este par ríen como locos mientras Bellpepe se cierne de nuevo sobre el ordenador, recriminando jocosamente pero a grito pelado a Jaume:
- ¡Pero que vaina que eres, si el pavo este no es ni gracioso! ¡Ja, ja, que ya lo ha visto todo el mundo! ¿A que sí, Gabriel? Dile algo a éste…
-¿Pero como no lo va a haber visto todo el mundo? –Contesto, sin ser capaz de sonreír, molesto ya.- ¿Pero cómo…? ¡Mil veces, mil veces cada uno!
Miro a mi alrededor pero soy incapaz de encontrar a Jaume. Pronto veo su formidable silueta, a contraluz, avanzando desde la cocina. Está abriendo una lata de cerveza de las de mi padre (pienso vagamente que ya se la repondré), desoyendo todos los Consejos del Joven Bebedor posibles acerca de la alternancia de productos de distinta composición y graduación alcohólica.
-¿Vamos a salir o no? –Me impaciento.
- ¡Pero si es prontísimo! –Soy respondido.
• Para continuar con el relato, pasa a la página 9.
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